Chips, calvicie, transhumanismo, infertilidad y hombres lobos: los bulos sobre vacunas en la región
Carolina Méndez y Adriana Olivera
Si nos tocara escoger una palabra del año 2021, probablemente sería “vacuna”. Un término de apenas tres sílabas que ha estado indistintamente en los medios de comunicación, los políticos y el ciudadano de a pie. Una palabra que ha albergado en su interior, esperanza, desigualdad, miedo y desinformación. Un vocablo que nos enseñó que lo personal también es colectivo y que pese a las diferencias, en ocasiones nos parecemos más de lo que suponemos.
Esa es -una de las muchas- enseñanzas que deja LatamChequea Vacunas, una red de 23 chequeadoras de la región latinoamericana, Portugal y España. Un tejido de trabajo colectivo y colaborativo. Una apuesta por entender cómo la desinformación y los temores o rumores transitan por nuestros territorios sin importar las fronteras.
La red construyó durante el 2021 –entre otras cosas- una base común de las notas elaboradas en la gestión. Ese registro –que bordea las mil quinientas notas- evidencia que existen tendencias en el tipo de contenido falso que ha circulado sobre vacunas contra la COVID-19.
Ante ello, las verificadoras hemos estado trabajado desmintiendo la desinformación y monitoreando los temores para poder dar certidumbre durante la pandemia. Estamos convencidos de que el trabajo en red es la mejor vacuna contra la desinformación en la región.
¡El continente que pone el brazo!
Desde que se estableció el Programa Ampliado de Inmunización en la región en 1977, el continente se ha caracterizado por cosechar logros en aplicación de vacunas. Llegamos a ser líder mundial en la eliminación de enfermedades prevenibles como la viruela (1971), la rubéola (2015) y el tétanos neonatal (2017).
Estos antecedentes hacían suponer que, ante las vacunas contra el coronavirus nadie mezquinaría el brazo. No fue así. Pese al gran esfuerzo de los gobiernos por acceder a los lotes de vacunas, la resistencia contra la inyección estuvo –y está- latente. Muchos países tuvieron que implementar mecanismos para presionar a su población para que se inmunice. Por otro lado –como en el caso boliviano– se llegó al extremo de tener que desechar dosis ante la apatía de la ciudadanía.
Pero nada es casual. Esta situación se explica en gran medida por el temor de la población generado por la desinformación sobre las vacunas contra el coronavirus. En Perú, por ejemplo, muchas brigadas de vacunación tuvieron que evacuar territorios porque sus ciudadanos desistieron de las dosis argumentando que las inyecciones provocaban la muerte. En Ecuador, varios expertos tuvieron que salir a aclarar que las vacunas no estaban hechas con células de fetos abortados como había afirmado una activista de ese país a través de Twitter. En Colombia aclararon que las vacunas no son un experimento ni terapias transgénicas que cambian la condición de ser humano. Bulos y teorías conspirativas que se han campeado durante la gestión.
¿Y entonces, ya no somos la región que pone el brazo? Si bien hasta el 10 de diciembre, en el mundo se aplicaron más de 8.300 millones de dosis, el reparto fue muy desigual. El mundo alcanzó el primer millón de personas vacunadas con al menos una dosis a finales de diciembre de 2020. Una de cada 100 personas ya había recibido al menos un pinchazo en febrero de 2021, y esta cifra se elevó a una de cada diez en abril. A finales de octubre, la mitad de la población mundial ya contaba con al menos una dosis, pero con una gran diferencia entre continentes. Mientras que África sólo logró vacunar al 12% de la población, Europa superó el 70% antes que ninguna otra región. Esto -desde luego- se debe a la posibilidad económica de acceso a los lotes. La geografía del bolsillo que marca las diferencias. En el caso de nuestra región -hasta finales de 2021- se logró superar el 75% de población que recibió al menos una dosis. Muchas de ellas fueron adquiridas mediante el mecanismo COVAX.
Pero –incluso- quienes han accedido de manera privilegiada a las vacunas tuvieron que lidiar con el desinterés ante el beneficio. Por ello, no basta señalar al acceso como una única limitante para cumplir los planes de inmunización, también está la desidia. O como se debe decir –con mayor precisión- la desinformación que desencadena el rechazo al pinchazo.
Tendencias de la desinformación
Si bien cada país tiene sus propias peculiaridades, el trabajo en red nos ha permitido concluir que es posible advertir patrones de la desinformación en la región.
Según la base de datos colectiva, un mismo contenido fue desmentido en diferentes países porque empezó a circular en diversos contextos; también ocurrió que el bulo era el mismo pero variaba en el formato o tenía algún elemento adicional. Del mismo modo, había un dato verdadero que era usado de forma maliciosa para encubrir una falsedad, por ejemplo, la muerte de alguna persona usada para aseverar que las vacunas provocaban decesos súbitos, cuando –en muchas ocasiones- el fallecido o fallecida ni siquiera había logrado vacunarse.
Dentro de esos patrones, detectamos tendencias en el tipo de contenido. La gran mayoría de lo chequeado por la red estuvo ligado a riesgos y consecuencias de la vacunación (47.96%), también fue importante el esfuerzo sobre los supuestos negocios económicos o el control social y político de las vacunas (29,59%); por último, las organizaciones trataron de lidiar con las aseveraciones que negaban la eficacia de las dosis (21,43%) pese a la evidencia científica.
a) Riegos y consecuencias: desde cambio de color de la sangre hasta transformación en hombre lobo
Es amplio el abanico de supuestas reacciones provocadas por las vacunas. Lo más viral fue lo relacionado a las falsas afirmaciones sobre el efecto imán de los vacunados. El contenido circuló en videos, audios y textos de personas que aseguraban haber desarrollado propiedades magnéticas tras el pinchazo. Esta aseveración que recorrió toda la región, iba cazada con la idea de que las vacunas contienen grafeno y que por eso se provocaba el efecto. Lo cierto es que ambos datos son falsos. Ni hay grafeno en las vacunas ni existe el supuesto efecto imán en vacunados.
Otra de las supuestas reacciones que se divulgaban con el fin desincentivar la vacunación fueron abortos, malformaciones en los fetos, calvicie, cambio de color en la sangre, crecimiento de los senos, disfunción eréctil, infertilidad, muerte súbita, coágulos sanguíneos, desarrollo de sida y hasta mutación a hombre lobo o a un ser transhumano.
b) Negocio económico y control político: desde control con chips hasta pasar a ser propiedad de una farmacéutica
Si bien este tipo de temática –inscrita en las teorías conspirativas- tuvo su auge el 2020, este año estuvo presente vinculada a las vacunas y a las nuevas cepas de COVID-19. Circuló por ejemplo –con bastante viralidad- que las vacunas fueron la ejecución de un plan de genocidio y que por tanto, médicos y enfermeras serían juzgados por crímenes de guerra.
Así mismo, se afirmó que se quiere controlar a la población a través de la tecnología 5G, que si decides no vacunarte no podrás usar teléfonos celulares o que al momento del pinchazo, uno pierde sus derechos y pasa a ser propiedad de las farmacéuticas. En esa misma línea, se aseveró que los vacunados producían un “código de barras” en el brazo para testificar a qué empresa pertenecen.
Las nuevas cepas de coronavirus también fueron fuente de especulación. Se divulgó un supuesto calendario de cepas que se atribuyó a la Organización Mundial de la Salud con el que se afirmó que todo está cronometrado para “someter” a la ciudadanía.
Por último –y para no dejar de lado al personaje favorito sobre el que se construye la teoría de conspiración del coronavirus- se aseveró que el abuelo de Bill Gates estuvo detrás de la vacuna de meningitis, con lo cual “la historia se repite”, pero, el dato es falso. Se trata de otra persona con el mismo apellido. El abuelo de Gates tenía una tienda de muebles.
c) Falta de eficacia de las vacunas: desde las inyecciones son experimentales hasta los vacunados son culpables de las nuevas cepas
La puesta en duda de la eficacia de la vacuna estuvo presente durante toda la gestión. Los grupos antivacunas divulgaron que la inyección era una “terapia genética experimental”, que los vacunados tienen seis veces más probabilidades de morir, que la vacuna no fue probada en animales y que quienes se inmunizaban debilitaban su sistema inmune por la “tempestad de citoquinas”.
Se dijo también que contagiarse era más efectivo que la vacuna y que las dosis ocasionaron miles de muertes en el mundo. Del mismo modo se afirmó que las nuevas cepas aparecieron tras la inyección y que fueron en realidad producto de la inmunización. No fue menos importante, la aseveración que señaló que la ivermectina era más efectiva y que, de hecho Pfizer la había patentado para venderla más cara de lo que actualmente cuesta.
Todas estas falsedades conforman la telaraña de desinformación que quiso envolver a la región durante la gestión. A ello hay que sumarle las cuestiones filosóficas y religiosas que no estuvieron ausentes. Varios grupos se opusieron a las vacunas con el argumento de que se trataba de la marca de la bestia o que, la obligatoriedad era una abierta violación a las libertades.
Lo cierto es que -pese a todos estos obstáculos- el trabajo para la inmunización ha dado muy buenos resultados evitando muertes y disminuyendo internaciones. Sin embargo, el objetivo aún no se ha logrado. Continuamos caminando rumbo a la meta de la vacunación, esperando que el 2022, podamos dar vuelta a la página de la pandemia, volver a abrazarnos y sonreír sin barbijos todos vacunados.
*Este texto forma parte del Anuario 2021, disponible para descarga gratuita aquí