No es cierto que el sistema electoral favorece a las áreas rurales en desmedro del voto urbano

Uno de los debates que tiene lugar en las redes sociales es la errada creencia de que el “voto rural vale más que el voto urbano”. Desprendiéndose de allí toda una campaña cuya consigna es: “un voto=un boliviano”. Desde usuarios tanto de Facebook como de Twitter, hasta actores políticos como el candidato a presidente Luis Fernando Camacho o el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) expresaron de manera pública su desconfianza sobre el actual sistema electoral boliviano. Sin embargo, los expertos descartan la idea de que las actuales condiciones estén dadas para favorecer al área rural por encima del área urbana. ¿De dónde sale entonces la confusión? Te lo contamos.

 

Uno de los debates que tiene lugar en las redes sociales es la errada creencia de que el “voto rural vale más que el voto urbano”. Desprendiéndose de allí toda una campaña cuya consigna es: “un voto=un boliviano”. Desde usuarios tanto de Facebook como de Twitter, hasta actores políticos como el candidato a presidente Luis Fernando Camacho o el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) expresaron de manera pública su desconfianza sobre el actual sistema electoral boliviano. Sin embargo, los expertos descartan la idea de que las actuales condiciones estén dadas para favorecer al área rural por encima del área urbana. ¿De dónde sale entonces la confusión? Te lo contamos.

La ley de la discordia

La Ley 421 (07-oct-2013) es en realidad una modificación a la Ley 026 del Régimen Electoral (30-jun-2010). En ella se hace un cambio en cuanto a la distribución de escaños por departamento para la composición en la cámara de diputados. Se establece que serán 63 los diputados uninominales (previamente 70) y 60 los plurinominales (antes 53), además de ello hay 7 circunscripciones especiales que se mantienen, haciendo un total de 130 diputados que componen actualmente la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia junto a 36 senadores (4 por departamento).

La distribución que establece la Ley 421 es la siguiente:

La Constitución Política del Estado estable 130 diputados, el meollo de la cuestión fue cómo repartirlos entre 9 departamentos. La primera división se hizo entre uninominales (que van por su cuenta a la carrera electoral) y plurinominales (que aparecen en la lista tras el candidato presidencial). 

La distribución de escaños se realizó sobre la base del último censo poblacional (2012) que contabilizó 10.059.856 habitantes. Esta cifra dividida entre 63 (escaños uninominales) da un total de 159.680 habitantes. Es decir, cada diputado uninominal debería ser escogido por aproximadamente 160 mil ciudadanos. Sin embargo, el Órgano Electoral consideró la composición poblacional de Bolivia. Identificando que el eje central (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) concentra la mayor cantidad de población. Por tanto, no era prudente establecer una media nacional sino que, por el contrario, era mucho más equitativo determinar medias departamentales.

Si se hubiese mantenido la media nacional, a Pando, en vez de 2 diputados uninominales, le hubiese tocado sólo 1 y a Chuquisaca 3 en vez de 5.  “Santa Cruz, La Paz y Cochabamba acumularían 71% de la representación de toda la Asamblea Legislativa dejando un 29% para ser repartida entre Oruro, Potosí, Chuquisaca, Pando, Tarija y Beni”, señala en contacto con Bolivia Verifica, la investigadora Luciana Molina.

José Antonio Rivera, ex magistrado del Tribunal Constitucional explica que “por equidad se decidió asignar un número mínimo de diputados a los departamentos con menor población y con menor desarrollo económico”.

Para Rivera, evidentemente esta distribución genera un doble fenómeno, una sub representación para La Paz, Cochabamba y Santa Cruz (con menos diputados que los correspondientes si sólo se tomase en cuenta la cantidad poblacional); y una sobrerrepresentación para Oruro, Potosí, Chuquisaca, Pando, Tarija y Beni (más diputados de los correspondientes sólo a su cantidad de población). Sin embargo, enfatiza que esta es una diferenciación departamental y no campo-ciudad.

Por tanto, es cierto que en Cochabamba “vale más” un diputado que en Tarija. Ya que para ser electo necesita aproximadamente 200 mil electores, mientras que en Tarija bastarían solamente 120 mil. Esta disposición se encuentra en el Reglamento de delimitación de circunscripciones uninominales, donde se establece lo siguiente:

Es decir, un diputado uninominal en Chuquisaca es electo por aproximadamente 115.231 habitantes, en Santa Cruz lo es por 189.649 electores y en Pando, por 55.218. Existe por tanto una diferencia pero no es campo-ciudad sino entre departamentos. Primando el concepto de proporcionalidad dentro de la unidad departamental.

Considerando estas delimitaciones poblacionales, las circunscripciones se definieron contemplando también la extensión territorial. Siendo necesario en algunos casos la aglutinación de poblaciones cercanas geográficamente para conseguir acercarse al número ideal de votantes. Por ejemplo, la circunscripción uninominal 54 incluye a San Matías, Pailón, San José de Chiquitos, Roboré, Puerto Suárez, Puerto Quijarro, El Carmen Rivero Torrez, San Ignacio de Velasco y San Rafael, mientras que, sólo en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra hay 9 circunscripciones (44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52).

La dicotomía campo-ciudad

Llama la atención que esta confusión sobre la supuesta diferencia entre el voto urbano y el voto rural, reflote en la gestión preelectoral 2020 y sea motivo de debate de varios actores políticos. Uno de los hitos desencadenante, según los expertos consultados, se debe a un artículo publicado en un periódico de circulación nacional. En el que se afirma que “el voto de un ciudadano urbano vale un tercio del ciudadano del área rural”, cometiéndose un error conceptual. ¿Qué es lo rural y qué lo urbano en Bolivia?

El periodista Raúl Peñaranda realizó un estudio sobre el tema que es publicado por el portal Brújula Digital. Allí se precisa que “se suele considerar a toda la población que no es de las ciudades capitales como “rural”, lo que no es efectivo. Las ciudades intermedias son en muchos casos de similar población que las capitales, como los ejemplos del Beni (Riberalta tiene una población menor, pero comparable con la de Trinidad) o Yacuiba con respecto a Tarija, etc.”, indica Peñaranda.

Según el estudio, las capitales de departamento tienen 56% de los inscritos y eligen a 29 uninominales (46% de esas diputaciones). Mientras que, las provincias (es decir localidades que no son capitales departamentales), tienen el 43% de la población y 34 diputados uninominales (54% del total de esaños). Por lo tanto, no es cierta la creencia popular de que el 30% del “área rural” elige a más diputados que el 70% del “área urbana”. 

La relación es 46% de los diputados uninominales son electos en las capitales de departamento, mientras que el 54% de los diputados uninominales representan al resto de los municipios (incluyendo ciudades intermedias).

Para el ingeniero Gonzalo Cabezas, el origen de la confusión está en que se ha utilizado el informe del INE sobre el Censo para “leer” la estructura de circunscripciones uninominales planteada por el Tribunal Electoral. Según el informe, del total de la población del último Censo, 6.788.962 habitantes viven en zona urbana mientras que, 3.270.894 viven en área rural. El INE considera urbana las ciudades capitales pero también las ciudades intermedias, como por ejemplo, Montero, Riberalta o Yacuiba. Mientras que, para la categorización del Tribunal Electoral de las circunscripciones éstos municipios son denominados rurales.

En conclusión, no es cierto que el “voto rural valga más que el voto urbano”. Existe una distribución de los diputados uninominales que considera la composición demográfica de Bolivia y sus particularidades en cuanto a los departamentos, pensados para generar una cierta ecuanimidad de representación entre las regiones del país.  Pero además, hay que preguntarse qué se entiende por rural cuando se habla de eso y qué por urbano, pues puede radicar allí la génesis de la confusión.

 

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