“Pitita y “masista”, términos usados con una connotación de odio y violencia

La polarización en Bolivia tomó fuerza en 2016 y se agudizó en 2019, momento en que ambas palabras se comenzaron a utilizar con recurrencia para diferenciar a los sectores confrontados, con una carga de odio, resentimiento y violencia.

Foto: Revista Turbulencias

Marcelo Blanco

Desde 2019, el uso de los términos “pitita” y “masista” se ha hecho recurrente. Con ellos, la gente se refiere a las personas que están en contra o a favor del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), generando una fuerte narrativa de odio, cargada de violencia, prejuicios y resentimientos. Ambos términos son utilizados, prácticamente, como insultos. 

“El masista es aquel ignorante que respira odio, miente, viola las leyes, arrogante vive del Estado y luego el cobarde se hace la víctima”, dice una publicación que circula en Facebook. 

“Pitita fascista, racista, terrorista, vendepatria”, indica otro post, cuyo mensaje alude a los opositores.

Estas narrativas de odio han aumentado de intensidad y frecuencia en las calles, en especial durante las manifestaciones, pero también y sobre todo en las redes sociales, donde los usuarios las emplean para mostrar su resentimiento o malestar contra quienes no comulgan con su ideología política.

Reacciones en redes sociales

Uno de los memes que circulan en la red, donde se utiliza la imagen del dirigente estudiantil Max Mendoza para generalizar a los militantes o simpatizantes del MAS. Mendoza es investigado por hechos de corrupción registrados en el Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB).

 

Con este meme se etiqueta a todo militante del MAS como «ignorante».

Dos memes con los que se denigra a las personas denominadas «pititas». En el último se utiliza la imagen del opositor Luis Fernando Camacho Vaca, gobernador de de Santa Cruz.

Estas son algunos ejemplos de publicaciones que circulan en redes las sociales (1, 2, 3, 4) para expresar el odio al otro por sus diferencias de índole política. Como se ve en los mensajes, se hace hincapié en que las palabras “masista” y “pitita” han tomado una conootación de insulto.

Análisis de discurso de odio

Para la analista e investigadora Adriana Rodríguez Rengel no hay duda de que se ha construido un discurso de odio en torno a estos términos. La experta advierte que desde el ala radical del MAS se ha “demonizado” la palabra “pitita” y que pasa lo mismo desde la oposición con el término “masista”.

“En la consolidación de una polarización política, de uno o de ambos lados, siempre se va a mostrar la presencia del discurso de odio, de la construcción y categorización de si eres discriminador o pitita, o eres masista y parte de un movimiento socialista o indígena”, explica.

Para la politóloga Verónica Rocha la connotación otorgada a estos términos responde a una forma de violencia causada por la polarización que existe en el país. “Es verdad que contienen una carga muy alta de, no sé si odio, (pero) sí de violencia en tanto intentan reducir al opuesto y, por ende, se constituyen en palabras que minimizan la complejidad del otro”.

Agrega que estas dos expresiones tienen una intencionalidad política. “Me parece que son herramientas lingüísticas que tienen el objetivo, pero también el resultado, de reducir política y socialmente al adversario; por tanto, constituyen también un problema democrático”.

Alex Cruz, dirigente de las Juventudes del MAS-IPSP (Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos) de Chuquisaca percibe una intensión de «estigmatizar» el término masista asociándolo con una persona del campo, de abarcas, morena y con poca educación. «Concepto totalmente distorsionado», menciona.

Relata un par de experiencias que vivió en ese sentido,la primera cuando uno de sus docentes universitarios intento denigrarlo (a él y a sus compañeros) por el hecho de ser militante del MAS; y en otro caso, cuando hubo un intento de sus propios compañeros de hacerle a un lado. 

Recuerda también el ataque verbal suscitado en 2021, en el marco de las elecciones subnacionales, cuando el candidato a la Alcaldía de Sucre por la agrupación política República (R-2025) Horacio Poppe Inch vertió una serie de insultos en contra de los pro-oficialistas. “Nos decía que somos malnacidos, una raza maldita”.

«Carajo que son brutos, votan por sus verdugos. (…) hay que ser malnacidos para votar por los verdugos de tu tierra», dijo en marzo de 2021 Horacio Poppe, en alusión a las personas que habían apoyado la candidatura de Enrique Leaño Palenque, quien se postulaba al cargo por el MAS.

Cruz afirma que pese a los ataques e intentos de «distorsionar» el significado del término “masista”, se siente bien con serlo y no le causa mayor problema.

En criterio del abogado constitucionalista William Herrera Áñez, autor del libro «La revolución de las pititas en Bolivia«, puede que el término “pitita” sea visto como un insulto para quienes se opusieron a las protestas de 2019, pero afirma estar seguro que no es así para las personas que se identificaron con la causa de aquellas movilizaciones.

“No lo veo como un insulto, quizá quien lo dice lo puede tomar así, pero yo, personalmente no. Se intenta ahora, un poco, usar el término de forma despectiva, pero de ahí no pasa. No me animaría a decir que entra en el adjetivo de odio o discriminación. Es un denominativo que se creó en el calor de las circunstancias, como tantos otros y nada más”, opina.

Agrega que el uso que le tratan de dar ciertos grupos al término responde a la narrativa «del golpe de Estado» que se construyó en el país tras los sucesos de 2019. “En el fondo, si a mí me dicen pitita, yo estaría orgulloso”, afirma.

Antecedentes y significado de estas dos palabras

Bolivia vivió en febrero de 2016 un primer capítulo que ahondó la polarización del país. El 14 de ese mes fue realizado un referéndum para decidir si se modificaba o no la Constitución Política del Estado. La finalidad del oficialismo era que el entonces presidente Evo Morales Ayma se pudiera postular de manera indefinida al cargo.

Ganó la opción del “no”, pero una acción jurídica presentada por el MAS ante el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), permitió la repostulación de Evo Morales en las elecciones generales de 2019.

Con las elecciones de octubre de 2019 se desató una ola de movilizaciones en todo el país a causa de que la oposición y un informe de los expertos de la OEA alertó de irregularidades en el proceso, a raíz de lo que se denunció un fraude electoral.

La denuncia surgió después de que la transmisión de resultados electorales preliminares fuese cortada. Hasta el momento del corte del sistema, la diferencia entre los dos primeros candidatos mostraba un posible balotaje.

Los primeros lugares los ocupaban Evo Morales del MAS y Carlos Mesa Gisbert de la alianza opositora Comunidad Ciudadana (CC).

Sin embargo, cuando el cómputo llegó al 100%, la diferencia entre ambos candidatos estaba por encima del 10% a favor de Evo Morales, quedando descartada la segunda vuelta y dejando como ganador al entonces presidente.

Con las denuncias públicas de fraude, miles de personas salieron a protestar a las calles y las dirigencias cívicas convocaron a bloqueos.

En medio de las protestas, Evo Morales en una concentración en Cochabamba realizada el 24 de octubre se burló de los bloqueos y las protestas, indicando que los cierres de calles y el bloqueo de carreteras se hacían con “pititas”, en referencia a las cuerdas usadas para cortar las vías. 

«Me he sorprendido, ahora dos, tres personas amarrando pititas, poniendo llantitas, qué paro es ese. Soy capaz de dar talleres, seminarios de cómo se hacen las marchas a ellos para que aprendan», manifestó en ese entonces, resaltando su pasado como dirigente sindical.

De este discurso se acuñó el término «pitita», para identificar a las personas que expresaban su descontento contra el gobierno de Evo Morales, sobre todo por no hacer cumplir el resultado del referéndum del 14 de febrero de 2016.

Y fue así que los propios manifestantes se autodenominaron “pititas” en respuesta a las alusiones de, ex Jefe de Estado.

Con el retorno del MAS al gobierno en noviembre de 2020, el término “pitita” es utilizado desde el oficialismo para denigrar a los opositores.

También es empleado como un insulto desde cuentas y páginas que responden al partido el función de gobierno, tratando a toda persona identificada de «pitita» como “corrupta” o “golpista”, esto último en relación a que las protestas de 2019 derivaron en la caída de Morales.

Con la renuncia de Morales y su salida del país, sus seguidores protagonizaron una serie de protestas que derivaron en fuertes enfrentamientos entre civiles, pero también con las fuerzas del orden en diferentes regiones del país.  

Cercos a ciudades, una marcha en la ciudad de El Alto al grito de “¡ahora sí guerra civil!” y disturbios en diferentes regiones del país marcaron meses de violencia. 

En plena pandemia por la covid-19, las manifestaciones continuaron, esta vez protagonizadas por los seguidores del MAS, quienes denunciaron al gobierno de transición, liderado por Jeanine Áñez Chávez, de haber efectuado un «golpe de Estado».

Los manifestantes cerraron caminos, imposibilitando la llegada de oxígeno a ciudades como La Paz.

Desde el Gobierno de Jeanine Áñez se utilizó el término de “masistas” para responsabilizar a estas personas por los bloqueos, los conflictos y sus consecuencias. 

Esta situación provocó campañas de odio hacia los militantes del MAS, tuviesen o no participación alguna en los citados hechos. Incluso, circularon por las redes sociales listas con los nombres de los militantes o afines a este frente político. 

La connotación negativa que se construyó en torno a ambos términos tiene, todavía, un fuerte peso en los espacios públicos, sobre todo en momentos de conflicto y tensión político-social, alimentando el discurso de odio y alejando las posibilidades de una convivencia pacífica.

*Este es un trabajo en alianza entre la Fundación Para el Periodismo de Bolivia, Bolivia Verifica, Proyecto Desconfío y Datos Concepción de Argentina, con el respaldo de la International Fact-Checking Network del Instituto Poynter para desarrollar un proyecto que busca contrarrestar  la desinformación y el discurso de odio, cuyo principal fin es de promover el diálogo por medio de una cultura de paz en el país.

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