En la cafetería T-21, los baristas y meseros son hábiles y entusiastas jóvenes con síndrome de Down

Las tres personas que protagonizan esta iniciativa se han formado técnicamente. La finalidad del empredimiento no solo es económica, sino promover la inclusión social y laboral de las personas con capacidades diferentes.

Los tres jóvenes emprendedores juntos sus madres en el café T-21.

Son las 15:00 y una lluvia intensa, casi a cántaros, cae en el centro de la ciudad, donde funciona el café T-21. Allí, tres jóvenes con síndrome de Down y sus familiares trabajan arduamente para cumplir tres objetivos: fomentar la inclusión, derribar las barreras de los prejuicios, los mitos y la discriminación en torno a esta condición e involucrarlos en una actividad productiva que les permita generar ingresos propios.

¿Cómo lo hacen? En este negocio, ellos no solo son la inspiración, sino que asumen responsabilidades para probarle a todos y todas que la inclusión es posible y que ejercen su derecho a una vida laboral activa y con responsabilidades a la medida de sus habilidades en un ambiente saludable.

Alejandra, Andrés y Fernando, que tienen entre 20 y 23 años de edad, son el alma y la razón de ser de la cafetería “T-21”, una iniciativa que ya se ha ganado el apoyo de mucha gente en Cochabamba.

Los tres tienen síndrome de Down, pero nada les impide brindar un servicio eficiente a su clientela, pues se han formado técnicamente para ello y cuentan con el constante apoyo y asistencia de sus familias.

Se capacitaron en barismo y atención al cliente

Alejandra, Andrés y Fernando participaron de un curso acelerado de barismo, denominado también en como el arte de preparar bebidas a base de café. Pero también aprendieron a elaborar jugos y otros refrigerios.

En el menú de la cafetería se ofrecen diversos tipos de cafés, jugos, postres y masitas dulces y saladas. Un periodista de Bolivia Verifica visitó la cafetería, y la primera en llegar a la mesa fue Alejandra, quien le sugiere al cliente probar un capuchino que ella misma preparará.

Alejandra asegura que nadie lo hace mejor que ella y el visitante acepta la cordial propuesta, con una sola “condición”: que le enseñe cómo realiza la preparación y la regale una fotografía de ese momento.

Alejandra prepara un capuccino en T-21.

Ella se dirige a cocina y allí muestra, con entusiasmo y muy buen ánimo, cómo prepara el capuchino. Las fotografías no le incomodan; al contrario, se siente feliz de mostrar que sabe hacer lo suyo. Sin embargo, esto no la distrae ni interrumpe su trabajo y prepara el café con mucho cuidado y detalle, combina los ingredientes con técnica y destreza.

Una vez terminado, lo lleva a la mesa con cuidado e invita al cliente a servirse el capuchino. El servicio no termina ahí: Fernando se acerca con una bandeja de aluminio en la que trae distintos tipos de endulzante (stevia, azúcar morena y azúcar blanca) y pregunta cuál de ellos prefiere el comensal.

Alejandra sirve un capuccino a un periodista de Bolivia Verifica.

Andrés, el joven de fina barba, se acerca minutos después y pregunta si todo está bien, si falta algo en la mesa y acomoda un grupo de servilletas sobre el mantel, al lado de un  florero artesanal cuidadosamente trabajado.

Los tres son excelentes para el trabajo porque siempre están de buen humor y son atentos; se pelean por atender las mesas. Además, transmiten energía positiva y demuestra la importancia de abrir espacios laborales para las personas con su condición

Por eso es que T-21 se creó, no solo como un negocio, sino como una iniciativa para probar la importancia y necesidad de inclusión social de las personas con capacidades diferentes.

Andrés entrega azúcar y sobres de estevia a un periodista de Bolivia Verifica.

¿Por qué T21?

En Bolivia, pese a estar en vigencia la Ley 977 de Inserción Laboral y de Ayuda Económica para Personas con Discapacidad, muy pocas personas con alguna discapacidad tienen empleo en los sectores público o privado. De allí, la iniciativa de las familias de probar que otro modelo de negocio que contemple las necesidades de estos niños y jóvenes es posible.

El nombre fue algo muy pensado. Querían algo llamativo, que pegue, que se quede en la memoria de la gente y tras ensayar muchas versiones se quedaron con T-21 que viene de Trisomía 21, la otra forma de nombrar al síndrome de Dawn.

La inversión y apoyo es de las familias

El café fue instalado en el sector de ingreso a la vivienda particular de Estela Cossío. Con el apoyo de las tres familias se logró adecuar el ambiente con mobiliario artesanal y se dotó de los equipos necesarios para su funcionamiento.

Una de las inversiones más importantes fue la compra de una cafetera profesional que gestionan los tres protagonistas de la iniciativa.

Los adornos florales de las mesas fueron elaborados por los tres muchachos y los manteles artesanales le ponen un toque especial al local.

Las y los clientes pueden visitar este local, que fue inaugurado el 6 de enero de 2024, en la avenida Papa Paulo, casi Venezuela.

La voz de las impulsoras de la idea

Estela Cossío, mamá de Alejandra, le contó a Bolivia Verifica, que la intención T-21 es que sus “ángeles”, como llama a los tres se integren a la sociedad y se sientan útiles. “Por eso este café es inclusivo”.

“Mi familia y mi esposo me apoyaron en este emprendimiento. Mi hijita también practica deportes, es muy activa, por esto compartí con dos personas más este proyecto para que los chicos lo atiendan” y aceptaron.

La mamá de Andrés, Raquel Soria, señala que la iniciativa de Cossío fue fundamental para ver su hijo en este emprendimiento.

“Viene contento y le gusta mucho lo que hace. Esa situación ha cambiado la dinámica de la familia y se nota este cambio. Mi hijito estudia gastronomía y esperamos que eso le ayude en su futuro”.

En tanto que la mamá de Fernando, Ana María Mercado, dice que el café es una gran oportunidad para que ellos puedan aprender sobre este trabajo.

“Para mi es un logro más y nuevos pasos para ellos en el marco de su independencia, que es lo que nosotros más queremos como papás”.

Ellas no solo esperan que la gente acuda al local, sino que se genere conciencia social en torno a la importancia de la inclusión de las personas con distintas capacidades, el respeto y el apoyo a iniciativas de este tipo.

Síndrome de Down en Bolivia

Según datos del Ministerio de Salud en Bolivia existe una población 1.699 personas con Síndrome de Down. El departamento que reporta el mayor número de personas con esta condición es Santa Cruz, con 1.249, le sigue Tarija con 131 y La Paz con 121. Chuquisaca reporta 63 personas viviendo con el síndrome, Cochabamba 55, Beni 39, Potosí 19, Oruro 15 y Pando solo 7 casos.

De modo general, la página sindromedownvidaadulta.org describe que las personas con síndrome de Down enfrentan diversos desafíos sociales que afectan su calidad de vida e inclusión. A pesar de los avances en términos de visibilidad y participación en la sociedad, siguen experimentando aislamiento, restricciones en sus redes sociales y un mayor riesgo de abuso, maltrato y discriminación en entornos familiares y sociales cercanos.

 

Con una bandeja en la mano, Fernando espera clientes en T-21.

Este reportaje fue elaborado en el marco del proyecto de apoyo a la investigación periodística, enmarcado en Periodismo de Soluciones (PdS), desarrollado por la Fundación para el Periodismo y Bolivia Verifica con el apoyo de la National Endowment for Democracy (NED).

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