Miles de mujeres víctimas de violencia reciben apoyo legal, psicológico y un capital semilla para lograr justicia y salir adelante
En la Fundación Voces Libres saben que una víctima que ha roto el silencio es doblemente vulnerable. A veces, tras denunciar, al no tener ni qué comer, muchas desisten del proceso y vuelven a su círculo de violencia, por eso, la ayuda es integral.
A Ana María le arrebataron a su hija y tuvo que vivir un drama impensado. Jhenny tenía solo 21 años cuando su esposo la mató a sangre fría. Pero la tragedia que causó el asesino dejó más víctimas: dos niños, de cinco y dos años de edad, que quedaron en la orfandad y al cuidado de la abuela, quien a pesar de los esfuerzos que hace reconoce que ambos hubieran estado mejor con su mamá.
El feminicidio de Jhenny destrozó a su madre, pero también la puso en estado de indefensión, pues no sabía qué hacer, dónde buscar ayuda, cómo sustentar los gastos del proceso y cómo mantener a sus nietos.
La Fundación Voces Libres, que inició labores en Bolivia hace 30 años con un objetivo de lograr justicia para las mujeres y niños que son víctimas de violencia en Bolivia, fue el espacio que le devolvió la esperanza. Obtuvo asesoría legal, apoyo psicológico e incluso un fondo económico para desarrollar alguna iniciativa que le permita ganarse los recursos para la crianza de los niños.
En estas tres décadas de misión, esta organización ha ayudado a miles de mujeres que como Ana María se han convertido en víctimas directas e indirectas de la violencia machista. Al igual que Zaida, de 47 años, que enfrentó de cerca la muerte junto a sus dos hijas cuando su esposo intentó asesinarlas usando un arma blanca.
En esta fundación, Zaida no solo pudo conseguir el dinero para pagar todo el coste del tratamiento de las lesiones que sufrieron las tres víctimas, sino que consiguió apoyo jurídico para seguir adelante el proceso en busca de justicia.
Mercedes Cortez, directora de la organización humanitaria sin fines de lucro, explica que la labor estructural que cumple Voces Libres busca frenar «el alto índice de impunidad que se genera en casos de violencia y que menos mujeres tengan que morir en su búsqueda de justicia».
La fundación trabaja con la población más vulnerable de Bolivia: niños y mujeres que padecen algún tipo de violencia y que viven en pobreza en los departamentos de Cochabamba, Potosí y La Paz.
Cortez cuenta que todo comenzó gracias a la iniciativa de quien llaman «mamita Mariana», Marianne Rebeaud Sebastien, una mujer altruista que llegó desde su natal Suiza a Bolivia en 1992 y al ver el sufrimiento de tantas personas decidió fundar la organización y trabajar en el país.
El machismo, una profunda problemática social
La violencia intrafamiliar contra mujeres, niñasy niños en Bolivia es un tema recurrente y se ha convertido en un grave problema social, principalmente porque la mayoría de los casos no se resuelven con una sanción jurídica y se mantienen en la impunidad.
Sin embargo, el drama pasa porque las cifras, tanto de feminicidios, como infanticidios, no bajan de forma significativa en el país.
En la mayoría de los casos, los victimarios son las parejas que viven con las víctimas, ya sea como sus esposos o concubinos. En 2023 se registraron 81 feminicidios y entre enero y lo que va de febrero de 2024 ya se habían reportado cinco.
La Fundación Voces Libres entiende que la intervención debe ser integral, es desde desde varios frentes porque de lo contrario es difícil que las víctimas logren justicia legal y social.
Trabajo jurídico y apoyo psicológico
Cortez detalla que en cuanto a la atención legal de las víctimas de violencia, abogados penalistas defienden legalmente a familiares de víctimas de feminicidio e infanticidio, pero también a mujeres y niños sobrevivientes de violencia que provienen de familias de escasos recursos económicos.
El apoyo empieza desde la elaboración de los primeros memoriales con las denuncias, seguimiento a las investigaciones del caso, imputación, acusación, juicio oral y sentencia.
Los procesos suelen ser, por lo general, por violencia física, sexual, psicológica y/o económica, además de feminicidio.
El equipo jurídico de especialistas les acompañan hasta el final de los procesos y en los casos en que haga falta, también se brinda asesoría psicológica para la reparación mental y emocional de las mujeres, niñas, niños y adolescentes afectados.
Este apoyo es un componente esencial para la contención, de modo que las víctimas comprendan que si bien están pasando por una situación dura y desgastante, tendrán la fuerza necesaria para continuar.
Apoyo económico y salud
El área social hace un acompañamiento a las víctimas para que salgan adelante. Por ejemplos, dice Cortez, entrega capitales a fondo perdido a las mujeres para que puedan no solo continuar con los procesos legales contra sus agresores, sino también encontrar una forma de generar ingresos a través de un emprendimiento.
«Una víctima que ha roto el silencio es doblemente vulnerable. A veces, tras denunciar, al no tener ni qué comer muchas desisten y vuelven a su círculo de violencia. Por eso les otorgamos un stock de alimentos para 15 días para que en ese tiempo, con el capital que reciben, puedan encontrar una actividad económica».
En este marco, existen préstamos de recursos económicos a cero intereses para que las víctimas de violencia puedan emprender alguna actividad económica. El fondo económico es rotatorio y los recursos económicos se prestan en función a una evaluación social y las necesidades que tenga la beneficiaria.
En cuanto a salud, la fundación ayuda con la atención de las curaciones de las víctimas de violencia. También con internaciones si es neesario. El Seguro Universal de Salud (SUS), lamenta Cortez, no cubre muchos de estos gastos.
Voces Libres ha sido clasificada entre las 58 mejores Organizaciones No Gubernamentales (ONG) del mundo, en una lista de 500, dice Cortez, según los criterios de impacto, innovación y durabilidad del Top 500 NGO.
En sus 30 años ha trabajado con casi tres millones de beneficiarias y beneficiarios de los sectores más vulnerables en Cochabamba, Potosí, La Paz y Oruro.
Ha conseguido construir o remodelar 245 infraestructuras y firmar 265 convenios interinstitucionales con alcaldías, tribunales, fiscalías, policías, y otras instituciones públicas y privadas, para la atención de las víctimas.
Los testimonios del drama y la resiliencia de Zaida y Ana María
Zaida, una sobreviviente
Mi nombre es Zaida, tengo 47 años. El día de la Mujer boliviana, 11 de octubre de 2023, mi expareja, Alan, de 53, intentó matarme a mí y a mis dos hijas, de 22 y de 21 años, que trataron de protegerme. Nos apuñaló muchas veces porque no aceptaba que yo hubiera terminado la relación por su violencia. El hospital del Norte, donde nos llevaron los vecinos, rechazó atendernos a pesar de que estábamos graves. Decían que no había espacio.
Él intentó suicidarse después de atacarnos. Para él sí hubo espacio en el mismo hospital. A nosotras nos tuvieron que llevar a uno privado para salvarnos la vida. Fuimos sometidas a cirugías y nos internaron varios días. Cuando nos recuperamos, nos enteramos que la cuenta ya sumaba más de 12.000 dólares. Ese dinero no habíamos visto en nuestra vida. Somos pobres y no podíamos pagar. Entonces apareció el Observatorio de Justicia de la Fundación Voces Libres, para nosotras fue como una luz en el camino.
Gestionaron para que la cuenta tan alta del hospital Univalle sea pagada por el Ministerio de Salud, porque éramos víctimas de violencia. Luego, los abogados del Observatorio de Justicia se hicieron cargo de los dos procesos penales contra Alan, por violencia doméstica y por la triple tentativa de feminicidio. Aún estamos con los dos procesos, pero me están defendiendo gratis, no he pagado ni un centavo.
Mis hijas y yo estamos trabajando vendiendo hamburguesas en la calle. Seguimos con los procesos legales, pero nuestro agresor está en la cárcel con detención preventiva, esperando su juicio.
Ana María, una madre en busca de justicia
Soy Ana María. Yo era una mujer fuerte, pero el día que un hombre asesinó a mi hija, me di cuenta que soy débil. Mi hija tenía 21 años solamente. Se llamaba Jhenny. Ella vivía en Quillacollo, trabajaba vendiendo en una tienda y cocinando chicharrón de pollo.
Tuvo dos hijitos de 5 y 2 años con Eduardo, un mecánico de 29 años que era muy agresivo y borracho. Cada vez le pegaba, le prohibía que viniera a verme a mí. Dos semanas antes le había fracturado la nariz a mi hija. Teníamos que tramitar el certificado forense esa semana. Por eso decidió separarse, pero él no aceptó su decisión.
Iba a verla con el pretexto de visitar a sus hijos. Así entró el 17 de mayo al cuarto de ella, con ese pretexto, a las tres de la madrugada. Le reclamó por dejarlo, con un cuchillo la mató delante de su hijita de 5 años. Eduardo intentó escapar, pero el dueño de la casa donde mi hija alquilaba el cuarto, lo capturó.
La Fundación Voces Libres me ayudó en todo. No podía pensar siquiera, pero todo su equipo vino, los abogados se encargaron del proceso legal, la trabajadora social me ayudó en los trámites, en el velorio, el entierro, nos dieron alimentos, ropa para los niños.
Me dan becas, terapia psicológica y seguro de salud para ayudarme a cuidar a mis nietos. Yo ya soy mayor y lo único que sé hacer es cocinar. Me dieron un capital semilla para que empiece a vender comida en la calle y eso estoy haciendo. A veces me va bien, otras no tanto, pero vamos saliendo adelante poco a poco.
Este reportaje fue elaborado en el marco del proyecto de apoyo a la investigación periodística, enmarcado en Periodismo de Soluciones (PdS), desarrollado por la Fundación para el Periodismo y Bolivia Verifica con el apoyo de la National Endowment for Democracy (NED).